COMPARTIENDO HISTORIAS DE VIDA DE GRANDEZA HUMANA
Martha Llanos Zuloaga
“Un árbol tiene raíces en el suelo y ramas que rozan el cielo, recordándonos que para prosperar debemos saber nuestro origen. Al igual que los árboles, por mucho que lleguemos lejos, son nuestras raíces las que nos alimentan”
Wangari Muta Maathai
En este mes de la primavera en que la naturaleza en pleno florece quisiera recordar a WANGARI MAATHAI, activista del medio ambiente y premio Nobel de la Paz. Durante los años de 1998 al 2002 hice muchas consultorías en África, recuerdo que trabajé con un extraordinario grupo las Políticas de la Infancia en Lesoto y tuve la oportunidad de ir a Kenia. Un día me invitaron a escuchar una conferencia sobre medio ambiente y oh sorpresa la ponente principal era la flamante Vice Ministra del Ambiente Wangari Maathai. Había recibido grandes referencias de su persona, por su liderazgo en materia ambiental, por haber fundado los Cinturones Verdes y haber sido la presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres en Kenia.

Recuerdo el lenguaje poético con el que se refería al cuidado de la tierra y al derecho de las mujeres como principales cuidadoras de la naturaleza, así como también para denunciar los abusos en temas de deforestación y desigualdad de género. La fuerza de sus convicciones se reflejaba en cada frase compartida. Recuerdo haberme acercado a saludarla y ser preguntada por cómo estaba nuestra Amazonia. Por lo que, dos años más tarde fue motivo de alegría ver a Wangari Maathai recibir el PREMIO NOBEL DE LA PAZ.
Su historia de vida es un ejemplo inspirador para las generaciones que afrontarán la inclemencia de los cambios climáticos causados por el abuso, especialmente con la deforestación de bosques. Wangari Maathai, también conocida como “la mujer árbol”, ha sido una de las más grandes activistas por el medio ambiente, promotora de la gran importancia de los bosques y árboles para todas las especies, puesto que hacen posible la vida en este planeta.
Maathai, nació el 1 de abril de 1940, en un pequeño pueblo en la Sierra central de la colonia de Kenia, entonces parte del Imperio Británico. Alrededor del año 1943, su familia se trasladó a una granja propiedad de blancos en el Valle del Rift, cerca de la ciudad de Nakuru, donde su padre encontró trabajo. Sin embargo, en 1948, debido a que no había escuelas en este lugar, regresa a Ihithe con su madre y hermanos para asistir a la escuela primaria.
A los once años, se traslada a la Escuela Intermedia primaria de Santa Cecilia, un internado en la Misión Católica Mathari en Nyeri, donde estudió por cuatro años. Durante este tiempo, aprendió con fluidez el idioma inglés y se convirtió al catolicismo, concluyendo este período de estudios en 1956, como la primera en su clase, por lo que fue admitida en la única escuela católica para niñas, en Kenia, Loreto Limuru.
Desde pequeña destacó por su inteligencia y amor por la naturaleza, y gracias a una beca estadounidense pudo estudiar biología en Kansas. Al regresar a Kenia trabajó en el Departamento de Anatomía Veterinaria de la Universidad de Nairobi. Preparó su doctorado en las Universidades alemanas de Giessen y Múnich, y en 1972, se doctoró en Nairobi. Su trabajo en el área rural le mostró la masiva deforestación que aniquilaba su país y se convirtió en una activista a favor del medio ambiente y la paz. Con este doctorado, consigue el primero de sus hitos: ser la primera mujer de África Central y Oriental en obtener una titulación universitaria. Pero este hito no fue el único en su vida ya que, en 1975, se convertiría en la primera mujer jefa del Departamento y Profesora Asociada (1977) de la Universidad de Nairobi.
Su activismo comenzaría en la defensa de la libertad de cátedra en un país autoritario y corrupto como era Kenia. Para ello se respaldó en la Asociación de Mujeres Universitarias donde sumó a su lucha la necesidad de acabar con la discriminación salarial y la promoción de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en la docencia.
En 1976 se une al Consejo Nacional de Mujeres Kenianas y posteriormente, en 1982, pasaría a ser la directora de esta asociación que tenía como fin empoderar a las mujeres del país. Wangari combinó su lucha feminista con el activismo ecológico como un modo viable para lograr un desarrollo sostenible en Kenia.
Temas de derechos de la mujer y defensa de la tierra la llevaron a incursionar en la política como parlamentaria en Kenia y formó parte del Consejo de Honor del World Futuro Council. Sin embargo, su lucha por proteger los espacios naturales del país africano la llevaron a ser encarcelada en múltiples ocasiones. Aun así, y fruto de su labor en la defensa de la biodiversidad, en 2002 fue nombrada Viceministra de Medio Ambiente.

MOVIMIENTO CINTURÓN VERDE
Fundado por Wangari en 1977, alentaba a las mujeres a crear invernaderos con semillas para replantar los territorios deforestados. Su voz se alzó en foros internacionales defendiendo los bosques, las mujeres africanas y los derechos humanos. De esta manera, inició el trabajo conjunto de miles de mujeres en la plantación de árboles para mejorar su propia situación económica y luchar contra la deforestación, la erosión y la sequía en el continente.
Este Movimiento explora el concepto de la biodiversidad cultural, especialmente, con respecto a las semillas autóctonas y a las plantas medicinales.
“Si uno desea salvar el entorno, primero hay que proteger al pueblo. Si somos incapaces de preservar la especie humana, ¿qué objeto tiene salvaguardar las especies vegetales?”, declaró al resumir su filosofía, que expuso más de una vez en la tribuna de la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Su labor ha sido apreciada y recompensada con premios, como el de Mujeres del Mundo (1989), el de la Fundación Ecologista Goldman (1991) –el llamado Nobel de los ecologistas–, el Premio África de Naciones Unidas (1991) y el Petra Kelly (2004).
Asimismo, inició la campaña contra la apropiación ilegal de terrenos públicos y bosques, para su urbanización, lo que causó la enemistad del presidente Daniel Arap Moi, quien la calificó de “perturbada y amenaza a la seguridad del país”.
En 2002, el valor, resistencia, paciencia y compromiso de los miembros del Movimiento Cinturón Verde, de otras organizaciones de la sociedad civil y de la población produjo la transición pacífica a un gobierno democrático, con el que sentaron las bases para una sociedad más estable.
PREMIO NOBEL DE LA PAZ
Para el Comité Nobel, la paz en la tierra depende de la capacidad para asegurar el ambiente, y Maathai se situó al frente de esta lucha al promover el desarrollo económico, cultural y ecológicamente viable de África, con una visión planetaria de lo sostenible que abraza la democracia y los derechos humanos, en particular, los de la mujer.
En el 2004 recibe el premio Nobel de la Paz, por su quehacer en el mundo subdesarrollado que combinó ciencia, compromiso social y política activa, protegiendo los bosques a través de la educación, la planificación familiar, la nutrición y la lucha contra la corrupción; por su propuesta de un proceso de autogestión de las mujeres, quienes no tenían derecho a la propiedad; y por su lucha en la sensibilización de la población sobre su derecho a oponerse al abuso del poder.
Su trabajo fue difícil porque históricamente el pueblo había sido persuadido que, por su pobreza, no solo carecía de capital, sino del conocimiento y las habilidades para hacer frente a sus desafíos; y estaba condicionado a creer que las soluciones a sus problemas debían venir de “afuera”. Sin embargo, las mujeres llegaron a percatarse de que la solución se encontraba en un entorno sano y bien gestionado, aprendieron a afrontar problemas como la corrupción, la violencia, la interrupción y ruptura de las familias; así como, la desintegración de las culturas y comunidades.
COROLARIO
Escribir sobre Wangari Maathai ha representado reflexiones personales profundas y la recordé precisamente en los bosques de Eiffel en Alemania donde vine a descansar y meditar culminando mi viaje de agradecimiento a los eventos significativos de mi vida. Que ejemplos maravillosos de vidas auténticamente vividas y de una misión de servicio cuyo compromiso viene de una fuente inagotable de amor y sabiduría. Gracias Wangari.
Escribo en el aniversario de su muerte el 25 de setiembre de 2011 y comparto el tulipán africano que sembró al recibir la noticia del Premio Nobel, el cual se sumó a los 30 millones de árboles plantados promovidos por “la mujer árbol”.

Perú, setiembre de 2022.